Ya que uno de los requisitos del promotor era construir la urbanización con el menor impacto y mantener el paisaje lo más natural posible, se realizó un estudio sobre la promoción responsable e integrada. Tras varios días caminando por el lugar y tomando fotografías, nos dimos cuenta de que varias de las parcelas no eran aptas para la construcción de viviendas, pero que se podían aprovechar para la creación de espacios verdes atractivos que proporcionarían privacidad, silencio y sombra.
Se pudo disminuir el coste de construcción mediante la agrupación de varias viviendas, aprovechando las parcelas con menos inclinación, facilitando su proceso de construcción y proporcionando las mejores vistas. La urbanización cuenta con una pista de tenis, un club privado, un gimnasio y un spa. El mantenimiento de las casas y el terreno se llevarían a cabo por un vigilante, facilitando así el alquiler de las viviendas en ausencia de los dueños.
Cada vivienda consta de dos alas: una para dormir y otra para “estar”. Cada una de ellas en un nivel y vinculadas por un espacio de doble altura: el salón familiar. El espacio funciona como una bisagra, permitiendo la posición libre y adaptada a la inclinación del terreno de cada ala. En la sala de estar se crea un dormitorio adicional, para la posibilidad de su uso cuando la vivienda vaya a estar únicamente habitada por un matrimonio. De este modo se ofrece la posibilidad de calentar o enfriar una sola ala de la vivienda.
Al tener las viviendas agrupadas en una urbanización se adopta una solución común para la generación de energía en vez de instalaciones individuales. Una solución energética común suele ser mucho más eficiente y especialmente cuando se trata de segundas residencias.
Se proyecta una cinta de paneles fotovoltaicos inspirada en la obra de Christo y Jeanne Claude (en la que envuelven paisajes enteros) que acompaña a las ondulaciones de las colinas. Toda la energía generada se vendería a la red, funcionando así como almacenamiento.